Exposiciones

Spada – Su visión cósmica

Lo trascendente en el arte. Esteban Lisa – Pietro Spada
Por Graziella Basso Silvera (Curadora)

Dos vidas, Maestro y alumno. Alumno y maestro.

Dos hombres.

Dos líneas paralelas que se encuentran, se juntan, en un punto infinito.

Principios, enseñanzas.

Procesos de crecimiento, de conocimiento, de ética, libre albedrío y creación.

Allí, se encontrarán ellos, en esa eterna búsqueda de la idea.

Tiempos para compartir, discutir, para reflexionar.

Creciendo en el Arte, desde la investigación pura, abriéndose a lo que ya está

Acto creador, que lo seguirá otro natural, que participará y será parte permanente de

lo imponderable.

Surgen entonces los símbolos, los identifica.

Símbolos que son humanos y están en todas partes.

En ese fluir, nace el Artista.

Crece su fuerza espiritual. lo que hará posible su visión cósmica

En toda obra de arte, lo que interesa es la unidad.

Tendrá dos elementos a observar. Uno, el elemento natural de la representación. Otro,

el espiritual, el metafísico.

Síntesis, gestos, formas, libertad.

Valores y texturas.

Búsqueda.

Encuentro del color sensible, que lo irán amasando hasta encontrar la armonía total,

trascendente.

Spada reflexiona: “El arte estará allí siempre… Será nuestro auxilio para recordarnos cuando éramos inocentes”.

Estas líneas las escribí con la aprobación de Pietro en oportunidad de la exposición “Lo trascendente en el arte, Esteban Lisa, Pietro Spada”. Se realizó en la Fundación Pablo Atchugarry en El Chorro, Maldonado, R. O. del Uruguay, el 20 de diciembre del 2014. Fue su sueño hecho realidad. Gracias al escultor Pablo Atchugarry, su esposa Silvana Neme y su gran colaboradora Mirta García, tuvo la oportunidad de homenajear a su maestro. Fue un evento lleno de afecto, respeto, sensibilidad. Estuvo acompañado por prestigiosos artistas nacionales y extranjeros, especialistas del arte, medios de comunicación y amigos. Se expuso obra seleccionada de Lisa que legó a Pietro antes de morir.

Una semana después de ese evento, Spada fallece el 27 de diciembre. Así, mi querido amigo, cumplía otro deseo; conocer la Eternidad.

Pocos años atrás, nos habíamos conocido en setiembre del 2010. Nació entre nosotros una hermosa amistad, mezcla de admiración, complicidad y de mucho amor al Arte. Spada era un ser inteligente, curioso, investigador, sensible, con un gran sentido del humor. Nada le era ajeno. Gentil, caballero, impecablemente vestido que acompañaba elegantemente con boinas vascas o gorras y bastones de hermosos mangos de plata.

Su refinamiento, sus modales, su simpatía y su personalidad arrolladora, lo destacaban. Tenía el alma y la pureza de un niño, todo lo asombraba, lo conmovía. Disfrutaba de la naturaleza, de cada instante de la vida, de las cosas simples. Recuerdo cuando me mostraba sus plantas. Su balcón colorido era su orgullo, lleno de malvones en flor. Decía estar orgulloso por poseer el balcón más colorido de toda la cuadra. En él, habitaban pajaritos que había domesticado, alimentándolos y mimándolos cada día, con el espíritu de una criatura.

Ese mismo hombre, hablaba de alta filosofía, de teoría del arte, de metafísica, de religiones, de espiritualidad. De sus afectos, de su Maestro Lisa, de sus compañeros de tiernas juventudes con mucha admiración, respeto y cariño. De su lejana infancia, de su familia. De su tierra, su terruño natal, su Italia querida, que sentí quedó apegado y que jamás regresó a visitar. De sus tradiciones, afectos, sabores, campos sembrados, hierbas aromáticas, árboles frutales. La casa natal. Sus abuelos, sus vecinos. Las tareas de campo, los animales. Era tan descriptivo, que uno llegaba a vivenciarlo todo. Despertaba los sentidos, uno podía oler con la imaginación, aromas de una cocina campesina, sana y fuerte, que lo acompañó siempre. Como buen italiano amaba la cocina.

El gran cambio de su vida fue su llegada a Buenos Aires, Argentina, junto a sus amadísimas madre y hermana, de quienes fue su gran protector. El reencuentro con su padre provocó añoranzas del pasado, de su vida en su querida Italia. Dentro de sus relatos siempre estaba presente su estimado Antonio Capolupo, cuñado-hermano del corazón.

Así como su llegada a Uruguay, ese Montevideo de antaño, que lo atrapó y lo sedujo para siempre convirtiéndose en su patria de adopción. Sus obras, su gran pasión. Su esposa, compañera de vida, la querida Kassja.

Pietro hablaba de las muertes de sus seres queridos muy a menudo, necesitaba hacerlo.

No pudo superar la partida de esas dos mujeres que tanto protegió, su madre y su hermana María Francesca. El fallecimiento de su madre lo movilizó tanto que lo bloqueó. Por tiempo, no pudo dibujar ni pintar, no había motivación, sólo dolor. Otra muerte, la de su hermana, lo marcó a fuego. Sentía que su enfermedad la desarrolló en ese momento. Se cuestionaba esa partida una y otra vez. Ese duelo, ese dolor, lo acompañó hasta el final de sus días.

Spada tuvo un gusto refinado por todas las cosas bellas. Fue ebanista. Realizó muebles de estilo, inventó otros. Construyó viviendas, concurrió a la escuela de Bellas Artes en Buenos Aires, donde obtuvo el título de dibujante. Fue ceramista y orfebre, realizó esculturas, coleccionó objetos únicos y valiosos. Recorría bazares, ferias, remates, lugares extraños, hogares lejanos, baúles olvidados, donde guardaban secretamente tesoros que él descubría e iba comprando; artículos de platería criolla, estribos, mates, fustas… otros precolombinos, armas antiguas, obras de arte, porcelanas, cerámicas chinas, objetos que iba adquiriendo en su transitar por estas tierras. Fue ganando conocimiento convirtiéndose en anticuario con un ojo experto. Amaba la buena música, Bach entre otros, la buena literatura.

Miles de historias poblaban su memoria. Así fui descubriendo a Pietro, su vida en cada relato, en cada lección.

Su maestro

Esteban Lisa estuvo presente en cada charla. Lo describía como un ser especial, único, “con una capacidad asombrosa”… Fue ese HOMBRE, que lo marcó e idealizó tanto, que no aceptaba otra concepción en el arte que no fuera lo aprendido con él. Fue “quien me mostró el camino y lo hizo todo más fácil” (Spada, 2014). Lisa era un ser que lograba fascinación en sus alumnos. Había llegado con sus jóvenes doce años de España a la Argentina de Antonio Berni, Juan del Prete, Pettoruti, Spilimbergo, Xul Solar, Benjamín Solari Parravicini, entre otros. Se fue construyendo, convirtiéndose en un ser estudioso, enigmático, hermético, estructurado, exigente. Que tal vez, sin proponérselo, se convirtió en ese artista, en ese pintor, que es, sin percatarse de serlo; quizás por sus exigencias. No le gustaba mostrar sus obras ni exponerlas. Sin embargo disfrutó de sus logros y reconocimiento de sus libros y sus ensayos filosóficos. Experimentación, investigación pura, filosofía aplicada al arte, construcción de ese HOMBRE, era su meta, su maestría. Pasó por una etapa cubista, otra informalista, finalmente llegó a la abstracción siendo un pionero en la Argentina y en América Latina.

La escuela-taller de Lisa era casi un templo. Lo acompañó en su formación su esposa la Profesora Josefa Pierini, doctora en filosofía y letras. Pietro decía que era una mujer muy instruida. En el centro se hablaba de filosofía antes de cada clase de dibujo y pintura. Spada llegó cargado de sus dibujos realizados en la Escuela de Bellas Artes. Al realizar el primer dibujo allí, el Maestro lo observó y dijo: “todo esto está muy bien, pero no sirve para nada!” refiriéndose a los trabajos traídos por Spada y el recién realizado. Al Maestro le importaban otras cosas. Había una esencia que se debía descubrir, experimentar, despertar, dibujar, ser parte de ese modelo, comulgar con él. Así llegar a la síntesis. La abstracción era el medio visual para comunicar esa concepción del arte, de la vida, del crecimiento del Ser y como meta final, encontrar las respuestas en la filosofía, en la mística, en el gran misterio de la vida misma.

De esta manera, Lisa comenzó su Maestría… borrando todo lo aprendido. Pietro, lo aceptó y se dejó llevar hacia lo nuevo. Descubriendo, estudiando con rigor y disfrute, enamorándose de esa forma de ver el arte, haciéndola carne. Nuevos conocimientos de filosofía, ciencia y arte fueron modificando su existencia. No admitía otra forma de concebir el arte, ni otra enseñanza. Era sólo aquello, lo aprehendido. Las palabras y enseñanzas de su maestro lo guiaron siempre, hasta el final de su vida. Esas clases eran compartidas por un grupo de jóvenes, a quienes mencionaba nostalgioso y con afecto. Esos compañeros, que sentí de alguna manera seguían unidos por un fuerte lazo a pesar del tiempo transcurrido, la distancia y las vivencias. Lo acompañó su hermana María a esas clases. Ella abandonó la abstracción, lo aprendido allí al casarse. Cambió su estilo, pintando cuadros decorativos. Pietro me decía con ternura, y tal vez con decepción, “después le dio por pintar así…”, frente a un cuadro de gatitos. Más tarde, María, se dedicaría al arte de la Ikebana. Pero siempre quedó ligada a la escuela y al Maestro, convirtiendo esa relación en una linda amistad. Las discusiones filosóficas con el Maestro eran en encuentros fuera del ámbito del taller, en cenas, mano a mano. Eran su predilección. Discusiones con respeto, profundas, apasionadas, de horas y horas. Pietro disfrutaba esos encuentros. Luego, había otra discusión… quién pagaba la cuenta en el restaurante o bar. Lisa jamás lo permitía y Pietro se enojaba por no poder agasajarlo. Lisa y Spada continuaron sus encuentros aun cuando Pietro vivía en Uruguay. Spada, lo invitó varias veces a visitarlo. Aprovechando otro público, Lisa expuso sus ideas dando conferencias en centro culturales montevideanos.

Su obra

Su innumerable obra, que hoy día estamos catalogando, me sorprende siempre… Su pensamiento, su filosofía, siempre presente.

En cada tarde, en cada charla, fui conociéndolo como artista. Me relataba sus idas y venidas al Zoológico. Cada domingo iba a dibujar, a ejercitarse. Realizaba por día, 200 obras, 200 croquis de esos animales que había conquistado. Cada dibujo, cada pintura, era una anécdota, un recuerdo sobre un ave rapaz, sobre una leona… era un deleite escucharlo. Su estado alterado de consciencia en cada acto creativo hacía que sólo primara el conocimiento adquirido de puertas abiertas a la percepción. Entonces los observaba, reflexionaba sobre esa síntesis lograda. Muchas veces, se sorprendía al ver su obra, la redescubría. Decía, que era como estar en comunión con cada animal, ser parte de ese animal. Su meta, lograr en cada ejercicio, la abstracción. En algunos dibujos inconclusos abandonados, me decía, viste, aquí se cortó ese estado… Actos espaciales. Planos de color. Texturas. Alcanzar ese estado interno, esa conexión; le daba la posibilidad de crear contenido. Decía que ese acto creador es la consecuencia material de una investigación pura. En ese libre albedrío, se forma un mundo compuesto que debe adaptarse. Esa adaptación conlleva a cargas mentales. La investigación será llevar a la consciencia esos valores como otra investigación. Para esto, se necesita siempre un Maestro. Pietro decía que Lisa le había allanado el camino. De otra forma, uno se puede quedar envuelto en la búsqueda, y sin darse cuenta, llegar a perderse.

Trabajador incansable; con mucho oficio. Pintaba cada día, cada jornada, dándolos siempre por terminados. Jamás volvía a ese cuadro. No lo corregía. Trabajaba sobre papel, cartón, preparándolos con aceite de linaza. En los primeros tiempos, todo servía, cartones de cajas de zapatos, hojas de diarios, revistas. Con el tiempo, al cambiar su situación económica, compraba papeles de dibujo y cartones de calidad. Pero siempre lo llamaban las propagandas, esos papeles que redibujaba y a veces intervenía. No manejó, como su maestro, grandes tamaños. Los símbolos que pueblan su obra, los hallamos en todas partes. Decía que la parte espiritual en el arte es sin palabras, imposible de explicar, sólo en forma metafórica, con llaves. La razón es que la palabra corresponde al mundo material. Si estamos en un mundo espiritual, no interviene la palabra, se producirá por forma directa. Lo que importa, es la unidad. Hay dos elementos a ver en una obra de arte, el material y el espiritual. Este acto tiene que ser condicionado a un conocimiento, a una sabiduría, sin ellos no lo podemos llamar obra de arte. Tendrá distinta categoría de valor; será igual a una pirámide escalonada. En ese fluir, de fuerza espiritual en el artista, se hace posible la visión de lo imponderable. Ese estado está referido a la superación del mundo fenoménico, del mundo material. Spada decía que lo había logrado, entonces se produjo así esa visión, lo veo, lo vivo. Pasado el tiempo, ese estado, se fue aminorando, pero quedó en su memoria, se hizo carne, así, lo recordaría siempre…” Allí, el tiempo no existe… en lo imponderable, nada es mío, es del Universo. Nadie crea nada, todo ya fue creado. Sólo, descubrimos lo que ya es!”.

Pietro amasaba el color con infinita paciencia y sabiduría en su laboratorio taller. Despertaba su instinto. Colores primarios, colores puros, colores propios que redescubría. Nuevas texturas, nuevos ritmos y sus valores. El sentido del arte está íntimamente unido al ser, vibrando en ese contenido con un poder intuitivo puro. El problema del color y de la forma, en sí, son el mismo problema, pero se desligan cuando no se está en el todo. Deben estar equilibrados, como notas musicales en total armonía. Pietro decía, “no alterar el orden de los componentes, en las infinitas armonías”. Ellas son la sustancia particular, que lo hace todo posible. Hablaba siempre de la pureza de espíritu, con determinadas categorías de valores. De la armonía entre el Espacio y el Tiempo, en el Universo, entre el Hombre y la Unidad. De la Teoría de la Cosmovisión, de las relaciones naturales que se establecen, de los enigmas del Universo, de los enigmas del Hombre, de los que están dentro y fuera de él. De aquellos artistas que sentía que dialogaban con él: Miró, Picasso, Chagall, Klee y nuestro Figari. De su admiración por Barradas, Petrona Viera, Sáez, Torres García.

Del 03 ago. 2018
Al 06 sept. 2018